El radiocarbono, carbono 14, C-14 o 14C, es una variante isotópica del carbono con una característica única: su naturaleza radiactiva. Gracias a esto, el carbono 14 se ha convertido en una de las principales herramientas de datación para estimar la edad de restos de animales y plantas, sedimentos e incluso para estimar el tiempo de circulación de masas de agua al interior de la tierra y el océano.
Este isótopo es formado por el impacto de rayos cósmicos de alta energía en la atmósfera. Este impacto produce constantemente neutrones libres en la atmósfera, los que al colisionar con núcleos de nitrógeno, crean carbono 14.
El carbono 14C interacciona rápidamente con el oxígeno en la atmósfera, formando dióxido de carbono (CO2), y desde la atmósfera ingresa a distintos reservorios de la tierra: la biosfera, la hidrósfera y la litósfera. Durante la vida de un organismo, el carbono 14 producido en la atmósfera es absorbido e incorporado a través de diversos procesos, como la fotosíntesis en las plantas o la alimentación en los animales.
Cuando un organismo muere, deja de absorber carbono 14. A partir de este momento, el carbono 14 que compone el organismo empieza a disminuir lentamente por decaimiento radiactivo a un ritmo constante conocido como su «vida media», la que en este caso es de aproximadamente 5.730 años. Así, al medir la cantidad de carbono 14 que aún permanece en un organismo, se puede estimar cuánto tiempo ha pasado desde su muerte. Este principio es la base de la datación por radiocarbono, una de las herramientas más valiosas disponibles para entender nuestro pasado y es ampliamente usada en disciplinas como la arqueología, la paleoclimatología y la geología.